8 dic 2008

El Estudio, El Trabajo y el Año Sabático

Cuando mi hijo terminó el colegio secundario nos dijo a su padre y a mí que quería tomarse un año sabático, por lo tanto no comenzaría sus estudios en la universidad el año siguiente.

Cuando nos recuperamos de la sorpresa le dijimos que nos parecía bien, pero que tendría que buscarse un trabajo para mantenerse, porque el año sabático no quiere decir dedicarse a no hacer nada sino que significa hacer algo diferente.

Comenzó así a los 17 años a trabajar de cadete en una empresa, donde continuó trabajando después de ese año, mientras a la vez estudiaba en la universidad.

El año sabático es una práctica que tiene un origen bíblico. Proviene de la cultura hebrea, que acostumbraba, luego de seis años de cosechas, dejar descansar la tierra durante un año para mejorarla.

Los personajes famosos, también recurren a este método, agobiados por el peso del éxito que casi no les permite vivir su propia vida y aprovechan ese tiempo para casarse, tener hijos o bien viajar sin las urgencias que implica protagonizar un espectáculo.

También lo hacen los docentes universitarios que necesitan descansar de la rutina para dedicarse a tareas de investigación o actualización con mayor dedicación y entusiasmo, manteniendo su sueldo, tanto en Europa como en Estados Unidos e incluso en universidades Argentina, en algunos casos especiales, y también en el Conicet.

Por lo general, los profesionales aprovechan sus licencias para escribir un libro con los datos obtenidos del análisis de su trabajo y con el resultado de su investigación; teniendo la posibilidad de pedir una beca en el exterior con el compromiso de participar en alguna conferencia o dictar un curso en el país que corresponda.

Acceder a este beneficio representa un gasto significativo para cualquier institución, pero se recupera en la medida que el docente aumenta su caudal de conocimientos sobre la materia, asegurando su necesaria actualización.

En la Universidad de Buenos Aires los años sabáticos figuran en el artículo 50 del estatuto, como un derecho que tienen los profesores regulares, aunque ejercer este derecho represente en la práctica algo inusual por distintas razones, que dependen particularmente de cada universidad y de cada docente.

Los años sabáticos pueden resultar aprovechables si la persona tiene la disciplina suficiente como para dedicarse en forma regular a realizar su trabajo de investigación, dado que el sentido de esta práctica consiste en cambiar la rutina diaria docente que no le permite el necesario desarrollo y crecimiento académico.

Esta posibilidad puede disminuir el estrés y las enfermedades asociadas con el ejercicio de la docencia, reduciendo en consecuencia el número de licencias o faltas a clase.

Este paréntesis suele ser necesario y al mismo tiempo resulta beneficioso para las instituciones, porque permiten mejorar el prestigio académico de su plantel de profesores.

La tarea docente universitaria, si se ejerce con suficiente entusiasmo y pasión, puede resultar extenuante, más cuando esta actividad exige estar al frente de una cátedra con la presencia de más de cien alumnos, la mayoría con deseos de intervenir, preguntar y clarificar sus dudas.

Una vocación definida para la tarea docente ayuda a resolver estas cuestiones con facilidad aunque no deja de representar un gran desgaste.

Fuente: La guía de Psicología

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